La Demora en Pericias Médicas Judiciales: El Arte de Esperar

La demora en las pericias médicas judiciales altera la valoración de las secuelas y modifica el curso de un proceso legal por un accidente.
Un caracol, con un vendaje en la concha, intentando escalar una empinada pila de expedientes. Representa: Demora en pericias médicas judiciales

El Tiempo: El Perito que Nadie Nombra

Uno sufre un accidente. Un auto lo choca, se cae en la calle, lo que sea. Sigue el shock inicial, la atención médica de urgencia y, eventualmente, la resignada decisión de iniciar un reclamo judicial. Se presenta la demanda, se traba la litis, y en algún momento, su señoría, el juez, ordena la medida de prueba más reveladora en estos casos: la pericia médica. Un profesional idóneo, supuestamente objetivo, revisará al damnificado para informar al juzgado sobre la naturaleza de las lesiones y el porcentaje de incapacidad. Suena lógico. Suena justo. Suena a un mecanismo diseñado para encontrar la verdad material.

Aquí es donde la realidad, con su particular sentido del humor, entra en escena. Entre la orden del juez y el día en que el perito finalmente lo revisa, puede pasar un año. O dos. A veces más. En ese lapso, el tiempo, ese perito silencioso y no designado en el expediente, hace su propio trabajo. Las lesiones evolucionan. Las cicatrices se atenúan, los dolores se cronifican, la movilidad se adapta con vicios posturales, el estado psicológico se deteriora por la incertidumbre y la frustración. El cuerpo que el perito revisará no es el cuerpo del día después del accidente; es una versión editada por meses de espera, tratamientos y, sobre todo, vida.

La ironía es exquisita. El sistema busca una fotografía precisa, un dato duro, un porcentaje científico para cuantificar el daño. Pero su propia parsimonia garantiza que la foto salga movida, que el dato esté viciado de origen. Se pretende medir con un calibre de precisión una gelatina que no deja de temblar. Es una verdad tan obvia que parece un secreto a voces en los pasillos de tribunales: la mayor alteración de la prueba pericial no la produce un abogado astuto, sino el propio almanaque.

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Frente a este panorama, la pasividad es el camino más corto al fracaso. La creencia de que el sistema «hará lo suyo» es una fantasía. El sistema hará lo que puede, que es poco y lento. La estrategia, por lo tanto, no es esperar, sino actuar durante la espera. Y esto vale para ambas partes del mostrador.

Para el reclamante, la víctima: Su tarea es convertirse en el archivista obsesivo de su propio padecimiento. El expediente judicial avanza a paso de tortuga, pero su cuerpo vive en tiempo real. ¿El consejo? Documente todo. Sáquese fotos periódicas de las cicatrices para mostrar su evolución. Lleve un diario de dolor: qué días no pudo levantarse, qué actividades simples se volvieron una odisea. Grabe videos cortos mostrando su dificultad para caminar, para levantar un brazo, para hacer algo que antes era trivial. Guarde cada receta, cada orden de kinesiología, cada informe de su médico tratante. Construya un expediente paralelo, un «backup» de su realidad física y emocional.

Cuando llegue el día de la pericia, usted no irá solo con su memoria, que es falible y puede ser acusada de subjetiva. Irá con una pila de evidencia concreta que demuestra el «mientras tanto». El perito oficial verá una cicatriz atenuada; sus fotos de hace un año mostrarán la herida en su peor momento. Usted le contará de su dolor; su diario lo objetivará. Debe suplir con diligencia propia la negligencia del sistema.

Para el demandado, sea un particular o una compañía de seguros: La tentación es pensar que el tiempo juega a su favor. Que la lesión se curará y el reclamo se desinflará. Es un error de cálculo peligroso. Una lesión menor, mal tratada o simplemente dejada a su suerte durante la larga espera judicial, puede cronificarse. Una tendinitis puede convertirse en una patología quirúrgica. El costo de esa complicación, créame, será mucho mayor. El tiempo no siempre diluye la responsabilidad; a veces la magnifica.

La estrategia inteligente es exactamente la opuesta a la inacción. Exija celeridad. Presente escritos pidiendo que se active la designación del perito. Si la otra parte no se mueve, muévase usted. Proponga un perito de parte que pueda ir monitoreando el caso. Su objetivo es fijar el estado de las cosas lo antes posible, obtener una línea de base. Si la lesión es leve, que quede documentado pronto. Si se agrava por culpa de la inacción del propio reclamante, usted tendrá cómo probarlo. Dejar que el expediente duerma es apostar a la suerte, y en un juicio, la suerte casi siempre es mala.

El Engranaje Técnico: O Cómo la Burocracia Mide el Dolor

Para el ciudadano de a pie, el proceso es un misterio. El juez simplemente chasquea los dedos y aparece un médico. La realidad es, como siempre, más tediosa. El juez sortea un profesional de una lista oficial, el llamado «perito de oficio». Estos profesionales, en teoría, son auxiliares de la justicia, imparciales y sabios. En la práctica, son médicos con sus propios consultorios, sus vidas, y una abrumadora carga de trabajo. A menudo, el pago por su labor judicial es bajo y, fundamentalmente, tardío. Muy tardío.

No hay que ser un genio para entender el resultado: una falta de incentivo monumental para tratar los casos judiciales con la urgencia que requieren. No es malicia, es simple economía de recursos personales. Este es el cuello de botella. Un sistema que depende de profesionales externos a los que no les da ni los recursos ni los estímulos para actuar con celeridad. Se crea un círculo vicioso de demoras que alimenta más demoras.

Aquí entra en juego una figura clave: el perito de parte. Este es el especialista que cada parte (actor y demandado) puede contratar para que controle, asesore y, si es necesario, refute la pericia oficial. No tener un perito de parte es como ir a un tiroteo con un tenedor. El perito de oficio emitirá su dictamen, y sin un experto propio que lo analice, lo cuestione y presente una visión alternativa, ese dictamen tiene altísimas probabilidades de convertirse en la verdad judicial, con todas las falencias que la demora le haya impreso.

El verdadero debate técnico no se da frente al juez, sino en el papel. Es la batalla de los informes. Su perito de parte puede señalar que el perito oficial no usó el baremo correcto para medir la incapacidad, que ignoró estudios médicos preexistentes, que minimizó las secuelas psicológicas o que su examen fue superficial. Sin esa voz técnica de su lado, usted está simplemente aceptando las reglas de un juego diseñado para ser lento e impreciso.

La Revelación Final: El Sistema Funciona Exactamente Como se Espera

La conclusión más incómoda, la que nadie quiere aceptar, es que el sistema no está «roto». Un sistema que produce consistentemente los mismos resultados no está fallando. Está funcionando precisamente como su diseño estructural lo determina. Es un aparato concebido para priorizar el procedimiento sobre la celeridad, la formalidad sobre la sustancia.

La demora no es un bug; es una feature. Cumple una función no declarada pero efectiva: el desgaste. Desgasta al reclamante, que después de años de espera puede estar dispuesto a aceptar un acuerdo por una fracción de lo que corresponde, solo para terminar el calvario. Desgasta los recursos de ambas partes. Filtra a los litigantes por su capacidad de resistencia económica y emocional, no necesariamente por la justicia de su causa. Es una forma de control de flujo de casos, brutalmente pragmática.

Entender esto no es un llamado al cinismo o a la resignación, sino todo lo contrario. Es un llamado al realismo estratégico. Cuando uno comprende las verdaderas reglas del juego, puede empezar a jugarlo, en lugar de ser jugado por él. El proceso judicial por un accidente no es una carrera de velocidad, es una maratón de resistencia en un terreno pantanoso. La justicia, esa dama ciega, no solo sostiene una balanza; también mira un reloj, y ese reloj casi nunca está de nuestro lado.

Por lo tanto, la preparación, la documentación exhaustiva y la asesoría técnica a través de un perito de parte no son lujos. Son elementos de supervivencia. La verdad incómoda es que el tiempo, en el universo judicial, es una herramienta. Puede ser usada en su contra para diluir su reclamo, o puede ser gestionada por usted para fortalecerlo. La elección, sorpresivamente, sigue estando en sus manos. La clave no es esperar justicia, sino construirla, pieza por pieza, mientras el expediente acumula polvo en un estante. Porque en esta larga espera, el que se cansa, pierde.